Hace unos días cené con un amigo al que no veía hace mucho tiempo.
Antes de ir al restaurante pasamos en mi casa un buen rato hablando para ponernos al día. Me fijé que en su muñeca llevaba un reloj Seiko solar, modelo SNE473P1. La razón no es otra que en su día le recomendé la compra de este reloj.
Le pregunté qué tal le iba con ese reloj y me respondió que lo utilizaba poco, dado que lo apreciaba y tenía miedo de rayar la caja o el cristal.
De que lo utiliza con poca frecuencia puedo dar fé. Hace medio año, en pleno invierno, contactó conmigo porque este reloj había dejado de funcionar. Estaba parado.
Lo ocurrido fue lo habitual en el caso de tantos relojes de carga solar: había estado guardado en un cajón varios meses y debido a la falta de luz la energía almacenada en la batería se había agotado. Le aconsejé que tuviese unos cuantos días el reloj en un lugar donde le diese la luz del sol unas cuantas horas al día y que, así, con un poco de suerte la batería se cargaría. Afortunadamente esta solución funcionó, lo que evitó un cambio de batería.
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